La Palabra cada día

“Sabían bien que era el Señor”

Sabían bien que era el Señor

(Juan 21,1-14)

El epílogo del Evangelio de Juan —como un añadido— como si a su Evangelio le hubiera faltado algo: reconocer a Jesús resucitado en el trabajo de cada día. No lo reconocieron en un primer momento cuando en el amanecer se les presenta en la orilla y les pide el fruto de su trabajo: «¿tenéis pescado?»

Salieron a pescar en la noche y en el amanecer reconocen su fracaso; no tienen pescado en la barca. Solo cuando echen la red según la Palabra del resucitado llenarán su barca de peces y reconocerán al Señor: todos saben bien que es el Señor. Han pasado del fracaso a la alegría del conocimiento en el pescado compartido.

También en nuestros días los discípulos hablamos mucho de fracaso; nuestra barca —la iglesia— está cada vez más vacía de cristianos comprometidos. Llegamos a pensar que esta iglesia ya no tiene sentido, que nuestro trabajo hasta ahora ha sido solo un esfuerzo en la noche sin ningún resultado.

Cómo ocurre a los discípulos en la pesca del lago, tampoco le va a faltar a la iglesia la Palabra del Resucitado. La iglesia está destinada a llenarse de esos 153 peces que es la plenitud del fruto del anuncio del mensaje de Jesús a todas las naciones. Se necesita superar la tentación del fracaso, porque no es nuestro esfuerzo lo que va a llenar la barca de la Iglesia sino la confianza en la Palabra del Resucitado, Palabra que siempre se cumple y nunca va a fallar.

La tercera aparición de Jesús es la definitiva, la que llega hasta nuestros días y da plenitud al trabajo del discípulo. La iglesia y el discípulo reconoce el fruto de su trabajo en la acción del resucitado: “Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado”.

“Sabían bien que era el Señor”
Sabían bien que era el Señor

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