La Palabra cada día

El Rey, el pollino y el grito de victoria

El Rey, el pollino y el grito de victoria

(Marcos 11,1-10)

La Semana Santa comienza con el cumplimiento de una profecía de Zacarías: “¡Exulta sin freno, hija de Sión; grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna”. (Zc 9,9)

¿Imaginamos hoy un rey montado en un pollino? ¿Imaginamos a los poderosos de este mundo como justos y humildes? Aunque no resulta difícil imaginarlos como arrogantes de una victoria que les ha sido dada, que ellos no han conseguido… Además, estos poderosos suelen tener poco de humildes.

Más allá de estas ideas, en esta Palabra se destacan tres rasgos que nos interpelan en nuestros días:

Por tres veces Jesús lo había anunciado a sus discípulos: «Subimos a Jerusalén». Ya están frente a la ciudad. ¿Es Jerusalén una aldea enfrentada, como sugieren algunos exégetas? Jerusalén se enfrenta a Jesús y mata al “rey victorioso”.

Un pollino atado fuera de la ciudad que aún no ha sido montado, revestido con el manto real, caminando sobre mantos extendidos y follaje cortado, tiene un corto momento de gloria como trono del rey.

Y un grito —o dos gritos si se escucha con atención—. El de quienes esperan la salvación de Dios: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” y el grito de quienes esperan el triunfo de un rey guerrero, dominador: “¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David!”… ¿Con qué grito acompañamos a Jesús los discípulos que hoy le seguimos?

El Rey, el pollino y el grito de victoria
El Rey, el pollino y el grito de victoria

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