La Palabra cada día

¿Podrá Dios condenar a sus hijos?

¿Podrá Dios condenar a sus hijos?

(Juan 3,16-21)

El evangelio de hoy nos habla del juicio de Dios que consiste en salvar al mundo: «Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Y nos habla también del juicio de los hombres: «que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas».

En nuestro imaginario religioso hemos creado la imagen de un Dios juez justo que —a nuestra manera de entender la justicia— pagará a cada uno según sus obras, e imaginamos que ya tiene preparado un cielo de gloria para los buenos y un infierno de castigo eterno para los malos; así ocurrirá al final de los tiempos —o al final de nuestra vida— y dará a cada uno lo que se merece, según sus obras, y decimos que Dios es infinitamente justo, tanto para salvar como para castigar a quienes no hayan hecho en esta vida lo que él quiere.

En el plan de Dios no entra la condena eterna. El evangelio nos ofrece una imagen luminosa: Dios es la Luz; y una imagen de oscuridad: sus hijos preferimos la tiniebla. No sabemos con certeza si habrá un juicio final a la manera como los humanos entendemos la justicia, pero podemos estar seguros de que en nuestro mundo nos salvamos o condenamos según nuestras obras de luz o de tiniebla.

Dios ya realizó su juicio final: su veredicto ha sido dar al mundo vida eterna, entregando a su Unigénito. Ahora toca a los seres humanos conocer su veredicto, podemos salvarnos y salvar al mundo si preferimos la luz de la vida o podemos condenar al mundo y condenarnos a nosotros mismos si optamos por la tiniebla de la muerte. Estamos realizando en esta vida el juicio final de Dios.

¿Podrá Dios condenar a sus hijos?
¿Podrá Dios condenar a sus hijos?

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