La Palabra cada día

No acababan de creer por la alegría

No acababan de creer por la alegría

(Lucas 24,35-48)

Conseguida la paz tras la guerra el pueblo, salta de alegría como si el sufrimiento y la muerte de tanta gente hubiera quedado en el olvido. Esto mismo podríamos esperar del encuentro con Jesús resucitado. Su primera palabra es «Paz a vosotros». La alegría del discípulo nace de experimentar que la Paz pronunciada por el Resucitado es más fuerte que el sufrimiento y la muerte.

Sin embargo, la presencia y las palabras del Resucitado causan decepción y alarma en el discípulo «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas?». La tentación del discípulo es confundir la realidad —en este caso, misteriosa— con la fantasía; el Resucitado no es un fantasma, sino alguien real, de carne y hueso, que muestra en su cuerpo las llagas de la muerte… No sería difícil reconocerlo en quienes muestran llagas de sufrimiento y muerte, ellos son su cuerpo resucitado.

La apariencia es la tentación que el discípulo ha de superar. Contra esta tentación tuvieron que los luchar los primeros creyentes. El Resucitado no es una apariencia que causa alegría momentánea. Reconocer que Jesús de Nazaret ha recibido el Nuevo Nombre: “YO SOY”, supone un proceso de conversión profunda para creer que “YO SOY” está en la fracción del Pan que compartimos cada domingo en la mesa del Resucitado.

Les abrió el entendimiento”. El discípulo ha de vaciar su mente, no sólo para comprender las Escrituras, sino también para aceptar que el Resucitado no es propiedad del pueblo elegido. El discípulo es el testigo creyente que proclama a los pueblos que la conversión y el perdón de los pecados es para toda la humanidad.

No acababan de creer por la alegría
No acababan de creer por la alegría

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