La Palabra cada día

El signo de los pies lavados

El signo de los pies lavados

(Juan 13,1-15)

La iglesia celebra en el Jueves Santo la institución de la eucaristía en la que participamos los domingos en nuestra parroquia. Hoy la Palabra de Dios nos habla de la primera eucaristía, la de Jesús. Llama la atención que en esta primera eucaristía el discípulo amado haya olvidado las palabras de la consagración del pan y el vino, que no se diga: esto es mi Cuerpo, esta es la Sangre de la Nueva Alianza.

La comunidad del discípulo amado ha recordado, sin embargo, el signo de los pies lavados; un signo olvidado en nuestra liturgia eucarística, y sin embargo un signo central del que no podemos prescindir. Tan importante es el signo de los pies lavados que Jesús, el Maestro, nos pregunta «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?»

No es fácil comprender que el Señor se haga esclavo, que se levante de la mesa y cambie el manto por una toalla, que antes de comer se ponga a servir —cosa que hacen tantas mujeres—. Los pies lavados es un signo necesario. Jesús se lo hace ver a Pedro: «Quien no se deja lavar —le dirá— no tiene parte conmigo».

El signo de los pies lavados tiene relación con ese amor extremo con el que Jesús nos ama, y con el que quiere que sus discípulos nos amemos hasta el extremo; es decir, hasta darnos totalmente al hermano. Los pies lavados significa limpiar al hermano, hacer posible que el hermano pueda sentarse y comer con nosotros.

El signo de los pies lavados es la prueba de que el amor extremo no es una idea, sino la realidad más profunda del amor. Lavar los pies es hacer al hermano más santo, llenarlo de la gracia de Dios.

El signo de los pies lavados
El signo de los pies lavados

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